
«Yo no le hice nada ¡yo no lo maté!»
Otra vez las mismas pesadillas. No hay noche en que las reminiscencias de aquel paseo no me torturen en sueños, haciéndome despertar a medianoche, sudoroso y afligido. Como un arma de defensa, mi mente ha borrado gran parte de mi memoria, pero las escenas que se repiten constantemente en las pesadillas se encargan de recordarme que todo aquello ha sido real. Malditamente real. ¿De verdad estaría mal de la cabeza? Dos años encerrado en un hospital psiquiátrico, diagnosticado esquizofrénico y asesino ¿realmente soy esa persona que los médicos y el psiquiatra describen? Todo el mundo me odia, pero…
«Yo no maté a mi mejor amigo»
El haber sido aún menor de edad me salvó de la cárcel, pero eso no impidió que mi vida se transformase en un infierno desde entonces.
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Verano del 2011, China.
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Llegaba el día del paseo de curso, una excursión al lago, cerca de las montañas, había esperado por este momento todo el año. Todo parecía perfecto,
…pero algo salió mal…
─ A que no te atreves a entrar ahí…
─ Pero… es muy oscuro, me perderé
─ Voy contigo, no pasará nada, Yi Lun ¿o eres un cobarde?
─ ¡No lo soy! pero… no quiero…
─ Será divertido, ¡vamos! ─ su amigo tomó su mano y se adentraron en el bosque. Los apoderados que iban a cargo del grupo estaban ocupados haciendo la barbacoa y los profesores pendientes de que ningún alumno tuviese algún accidente en el lago. Estaba estrictamente prohibido acercarse al bosque, por el riesgo a perderse y por los animales salvajes que allí pudiese haber, pero al ser unos adolescentes queriendo ser rebeldes, no oyeron las advertencias y, a escondida de los mayores y del resto del curso, ambos se escaparon del grupo para ir a hacer una excursión por el bosque.
La idea había sido de su mejor amigo, y como eran prácticamente inseparables, no tuvo más remedio que seguirle, a pesar de sentir un extraño temor, más allá del de ser castigados por los mayores si es que llegaban a sorprenderlos, era un extraño presentimiento que le oprimía el pecho. El bosque era un lugar oscuro, las copas de los árboles se cerraban en lo alto, impidiendo que los rayos del sol se filtrasen entre sus hojas, por lo que no podían ver más allá de sus pasos. Avanzaron en línea recta, para no perderse al regresar. Tropezaron varias veces con las retorcidas raíces que se alzaban desde el suelo y estuvieron a punto de caer, pero la mano de Zhu Zhao lo ayudaba a mantenerse en pie. Ninguno hablaba, iban concentrados en el camino.
La quebrazón de ramas rompió el silencio. Ya no era solo el sonido de sus pasos, había algo más junto a ellos. Todo sucedió en cuestión de segundos, la criatura estaba frente a ellos. Su amigo se puso por delante, queriendo protegerle de cualquier cosa que fuera aquello que los acechaba ¿un oso? No tenía forma animal, parecía más bien una persona, pero sus penetrantes orbes carmín denotaban su naturaleza inhumana. “Un vampiro” susurró su amigo, como si hubiera estado esperando aquel encuentro. ¿Vampiro? No creía en esas cosas… hasta ese momento.
Otro sonido. Algo roto. Un grito ahogado. Sangre.
Nadie supo cómo es que consiguió escapar de aquella bestia. Le encontraron en la boca del bosque, completamente ensangrentado, sangre ajena, la de su mejor amigo. Jamás encontraron el cuerpo del otro chico, cuando le interrogaron, a los días después, puesto que debido al shock había estado sin emitir palabra alguna durante días, lo único que escapó de sus labios fue la palabra “vampiro”. Lo creyeron loco, y la evidencia lo culpaba. ¿Había asesinado a su mejor amigo en un ataque de esquizofrenia?, ¿había destrozado y ocultado su cuerpo?, eso lo convertía en un monstruo. Su familia tuvo que mudarse a Corea del Sur, para internarlo en un hospital psiquiátrico donde permaneció durante dos años, y al mismo tiempo evitar ser acosados por los periodistas. La noticia se dio a conocer a nivel nacional, no podían seguir viviendo allí.
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Año 2013, Corea del Sur
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Por aquella razón, Fang YiLun, no completó sus estudios secundarios. A sus veinte años, por fin se vio libre, pero ya no era el mismo muchacho desde hacía dos años atrás. Le costaba socializar, se había vuelto serio, retraído y ensimismado y se había acostumbrado al encierro. Si bien había perdido gran parte de su memoria, bloqueando los recuerdos de aquel fatídico accidente, parecía otra persona.
Estando en Corea del Sur, adoptó el nombre de Alen, de este modo evitarían problemas con la prensa en el caso de que le reconociesen. Debía completar sus estudios, por lo que decidió formar parte del alumnado de la prestigiosa academia Black Rose School, dejando atrás su oscuro pasado, manteniendo aquel secreto oculto, siendo incluso él mismo ignorante de aquel misterioso hecho.