

datos personales
✞ ⁞ Nombre: Araziel
✞ ⁞ Edad: indefinida (aparenta 29 años)
✞ ⁞ Raza: ángel caído
Poderes y habilidades
✞ ⁞ Percepción del aura: Habilidad que le permite reconocer a las criaturas no humanas.
✞ ⁞ Ergoquinesis: Manipulación y absorción de energías invisibles.
✞ ⁞ Telepatía: Posee la habilidad de comunicarse mentalmente con otras criaturas y también con humanos.
✞ ⁞ Campos de fuerza: Su mente tiene la capacidad de concentrar la energía en un solo lugar, creando una pared invisible, difícil de penetrar.
✞ ⁞ Control mental: Capacidad para alterar la realidad por medio de ilusiones. Implanta una realidad falsa dentro de la mente ajena, imitando texturas, sonidos, olores e incluso sensaciones, desconcertando así a su oponente.
✞ ⁞ Amnepatía: Posee el poder de borrar la memoria de las personas. Puede llegar a borrar de la mente cualquier dato personal o simplemente unos instantes de su vida.
✞ ⁞ Levitación: Sus alas le fueron arrebatadas, no obstante, posee la habilidad de levitar.
✞ ⁞ Absorción del aura: Mediante el contacto físico, copia la habilidad de su oponente, pudiendo usar el mismo poder que su adversario.
historia
Llevaba veinte años encadenado en el abismo cuando una voz familiar llamó su nombre y le liberó de las cadenas que lo mantenían aprisionado hasta el día del Juicio. Veinte años era un lapso ridículamente corto para alguien que ya había vivido el tiempo suficiente como para jactarse de haber visto nacer y morir estrellas. No obstante, Araziel tenía un gran motivo para añorar con ansias aquella libertad que le había sido conferida: su hijo, el fruto de aquel amor prohibido con la mujer que amó más que a su propia existencia, tanto como para asumir las nefastas consecuencias de ese idilio.
Amaba tanto a esa mujer que no le importó traicionar al Padre, desobedecer al Mandato Divino y dejar su vida como Ángel Custodio para bajar a la Tierra y convertirse en un hombre cualquiera, solo con el propósito de conocer a la muchacha que portaba aquella alma que vida tras vida había protegido hasta que cumpliese su ciclo.
Lo curioso es que el alma que Araziel protegía siempre reencarnaba en una chica, siempre tan hermosa y pura, enamorándolo en cada vida, y así fue que, cuando la muchacha cumplió la mayoría de edad en la época contemporánea, el ángel decidió presentarse ante ella como un simple mortal, pero con el encanto y la hermosura propios de un ser celestial.
Ella no tardó en corresponder a los sentimientos de su Ángel Guardián, sin conocer la naturaleza de éste, y pronto entablaron una relación. Araziel sabía que jugaba con fuego, que si algo salía mal, las consecuencias serían catastróficas.
Y así aconteció…
La muchacha quedó encinta ¿no se suponía que Dios había vedado a los ángeles la capacidad de procrear luego de exterminar a la raza maldita? “se suponía”. Ciertamente no les había arrebatado esa dádiva, sino más bien se lo había prohibido bajo Mandato Divino, dejándolo, como era propio del bondadoso Padre, bajo libre albedrío. Y ahí estaba el rebelde ángel, desobedeciendo al Todopoderoso por amor a esa alma pura en el bello y frágil cuerpo de una mujer que ahora llevaba en su vientre a su descendiente.
Araziel era consciente del peligro en el cual se exponía con esa criatura en gestación. Los Soldados de Dios impedirían su existencia incluso antes de que la fatídica noticia llegase a oídos del Santo Padre. Asumía el inminente destierro y extirpación de sus alas. La expulsión del Reino era algo que había asumido en el preciso instante en que había decidido enamorar a su protegida y tener una relación con ella. Lo que Araziel ignoraba era que concebirían un bebé y que el nacimiento de éste sería la causa del inesperado deceso de la madre, porque Araziel no contaba con que la inocente criatura, sangre de su sangre, se alimentase de la energía vital de la madre, arrebatándole hasta el último aliento y apagando su vida mucho antes de que aquella alma cumpliese su ciclo.
Y ese sí que era un sacrilegio grave. El Custodio no solo había desobedecido, sino que, a su vez, había provocado involuntariamente la muerte de la muchacha por cuya alma debía velar, Araziel había fallado de la manera más terrible, como hijo, como Ángel Guardián y como amante. Y con un bebé en sus brazos ¿fallaría también como padre?
La única manera de proteger a la criatura era escondiendo su existencia, manteniéndolo lejos de su presencia, para que así nada pudiese vincularlo a él. Debía “abandonar” a su hijo, al único ser que amaba tanto como a quien se lo había dado, a aquel pedacito de ella. Tenía sus ojos, se parecía mucho a él, pero Araziel podía ver la misma mirada de su amada en los orbes de su pequeño retoño.
Lo llamó Alen. Cuando el pequeño tenía tan solo meses de vida, Araziel lo dejó en la puerta de un orfanato en China, y con el alma cayéndosele a pedazos, se alejó, se marchó y se entregó ante la corte Celestial para cumplir su condena: la extirpación de sus alas y ser encadenado hasta el día del Juicio Final por el pecado de fornicación, desobediencia al Altísimo y por provocar la muerte de la muchacha, después de todo, era moralmente culpable de ello. Hizo creer que el bebé había muerto junto a la madre, y al no tener pruebas de lo contrario ni registro de su paradero, los Arcángeles no indagaron más allá ni tampoco le buscaron. Al menos una parte de toda aquella tragedia no había salido del todo mal; Alen estaba a salvo, Araziel había conseguido salvaguardar su vida.
Veinte años más tarde, otro Ángel, ─Kaciel─ le devolvería la libertad por una razón en particular; Kaciel era el Ángel Custodio de Alen y al darse cuenta de que se trataba de un Nephilim, el descendiente de Araziel, había decidido buscarle, puesto que en ese entonces Alen se hallaba en peligro, pues cursaba su último año de secundaria en un internado lleno de oscuros secretos. Allí, se reclutaban almas que luego serían convertidas en seres sobrenaturales con un fin que no pintaba para nada bien, o así lo presentía el ángel.
Alen había sido elegido para convertir su alma en un demonio, el ángel caído que dirigía esta legión demoníaca se llamaba Mephisto, y bajo la inofensiva fachada de un honorable profesor de literatura cuyo nombre decía ser ChangSun, solía reclutar almas para su ejército.
Todos los humanos que a esa institución llegaban, tenían ciertos dones especiales. Ningún ser humano llegaba allí por azar. Eran meticulosamente seleccionados y, debido a la extraña naturaleza de Alen, había sido reclutado por medio de una supuesta beca de estudios.
Con deshonestos artilugios, Mephisto consiguió engañar al joven Nephilim, prometiéndole una vida eterna llena de poder y dones, con los cuales sería capaz de proteger a sus seres queridos. Cegado con esta mentira, Alen había accedido a entregar su alma y ser convertido en demonio, para ese entonces, el hijo de Araziel ignoraba por completo su naturaleza angelical.
Alen ni siquiera sabía que era adoptado, que su verdadero nombre no era Fang YiLun y que quienes le habían criado como a un verdadero hijo no eran en realidad sus padres biológicos.
El día en que Alen sería convertido, Mephisto se encontraba junto a él en la azotea de su castillo, tras pronunciar el juramento de conversión, el Caído elevó el cuerpo del menor y lo azotó contra las alas de una gárgola, haciendo que el duro mármol atravesase las carnes del Nephilim hasta sus pulmones. Alen sintió como poco a poco su vida se iba apagando, como el dolor se expandía desde su lastimada espalda hasta el resto de su anatomía y fue entonces que Araziel apareció junto a Kaciel.
Mientras el Custodio corría hasta Alen para auxiliarlo e impedir que su alma abandonase aquella vida, Araziel se encargó de Mephisto, arruinando sus viles planes.
Aquella vez fue el primer encuentro que tuvo con su hijo después de veinte años. El menor yacía casi inconsciente en los brazos de su ángel custodio. Lucía incluso más parecido a su madre, tenía las mismas facciones y el tono níveo de su piel.
─ Se pondrá bien, solo necesita descansar para que sus heridas se regeneren. ─Había dicho Kaciel─. Le he dado un poco de mi energía para que su recuperación sea más rápida.
─ ¿Y su alma?
─ Descuida, sigue siendo pura. Está a salvo.
─ No estará a salvo una vez que recobre la consciencia y recuerde todo lo que ha pasado. ─Dijo una suave voz que tomó por sorpresa tanto a Araziel como al ángel guardián.
─ Minki… ─musitó Araziel, consternado y boquiabierto. Minki era un Arcángel─ por favor... ─rogó con su voz estrangulada por la desesperación, su mirada de súplica ante el ser de doradas alas.
Sin embargo, y sin decir una sola palabra, Minki se acercó al cuerpo de Alen, posó su mano sobre la frente del joven Nephilim, pronunciando unas palabras en su idioma celestial con las cuales, usando su poder de Amnepatía, le borró la memoria.
Min Ki, Kaciel y Araziel ahora compartían el secreto. Para los Caídos, los Nephilim eran una raza sagrada, a diferencia de lo que significaba para las Tríadas superiores. Eran sus descendientes, la prueba tácita de que ellos tenían el mismo derecho de los humanos a engendrar herederos que, contrario a lo que se pensaba desde los tiempos del Génesis, no eran una raza maldita ni mucho menos una amenaza para los seres humanos. Alen, era la prueba de ello. Y Minki, como miembro de la segunda órden del tercer Coro, parecía entenderlo perfectamente a diferencia de sus pares, lo cual supuso un gran alivio para el Caído y el Custodio.
Con un juramento bajo anatema, pactaron protegerle. MinKi se haría cercano a él como un amigo, mientras que Kaciel se haría pasar por su profesor particular de piano. El único que debía mantenerse apartado era Araziel. Estar cerca de su hijo suponía un riesgo demasiado alto para el menor. Nadie debía saber que se trataba de su heredero y ni siquiera el mismísimo Alen podía enterarse de ello, era la única forma de mantener su vida a salvo.
Otro año transcurrió, pero la naturaleza de Alen poco a poco comenzaba a despertar, señal de que el día del juicio estaba cerca. Esto había alertado a Araziel, si los Arcángeles encontraban a Alen no tendrían consideración en darle siquiera tiempo de explicarles cómo eran las cosas. Para ese entonces, MinKi, bajo el nombre de Gael, era el mejor amigo de Alen mientras que Kaciel, el ángel custodio, había cambiado su nombre a Son DongWoon y no solo era el profesor particular de música de Alen, sino también su pareja. Esto último había dejado un tanto sorprendido a Araziel, pero bien sabía él ─y mejor que nadie─ que el amor entre un ángel custodio y el alma que debía proteger era algo indeleble, independientemente del cuerpo que el humano portase en esa vida. Los ángeles sabían que el amor trascendía lo corpóreo, ellos amaban el alma, no el cuerpo, no lo terrenal ni lo perecedero. Por lo demás, Alen lucía feliz junto a su Ángel Guardián, y al igual que su madre, desconocía por completo quién realmente era el hombre que amaba… hasta aquel fatídico día en que el Custodio perdió sus alas a causa de ese amor.
datos extra

─ FACE CLAIM: KIM JAEJOONG
─ PERSONAJE DE UNIVERSO ALTERNO
─ NO METAROL
─ NO USER MODE
─ ACEPTA POST SORPRESA SIEMPRE Y CUANDO SE ADAPTEN A LA TEMÁTICA.
─ INBOX COMPLETAMENTE OFFROL
─ MURO ONROL (NO HACER SPAM RANDOM EN ÉSTE)